Mientras hizo parte de la guerrilla del M-19, Gustavo Petro, hoy presidente de Colombia, padeció episodios de tortura. Sucedió cuando estaba en la cárcel.

“Yo siento que fue ahí que me hice hombre. No en la pérdida de la virginidad, que es como todos entendemos que uno se hace hombre, sino ahí, en la tortura”, dijo en una entrevista para la revista Bocas.

Y agregó: “Me golpearon, todavía tengo una marca en la ceja, con un culatazo de fusil. También con electricidad y con una cosa que llamaban la tortura china, que era estar amarrado y que, durante toda la noche, cayera una gota en la cabeza. Yo me metí tanto en mi interior que, incluso, el dolor no lo sentía. Creo que mi psiquis construyó los escudos”.

Para los psicólogos clínicos que estudian la salud mental del presidente, aquel episodio del pasado es clave para entender qué pasa por la mente y por los sentimientos de Gustavo Petro.

Uno de esos especialistas, quien pide la reserva de su nombre, advierte que cualquier persona que pase por episodios de tortura como choques eléctricos “experimenta un estrés postraumático que le afecta su manera de percibir su entorno”.

También, las personas que pasan por un trastorno de estrés postraumático, si no lo tratan, pueden desarrollar depresión, insomnio, dificultad para concentrarse, aislamiento social, uso de sustancias como alcohol y drogas, entre otras consecuencias.

“Sus ausencias no son nuevas”

Gustavo Petro ha sido noticia por sus intempestivas desapariciones. La más reciente fue la semana pasada, cuando no asistió a la Cumbre de Jefes de Estado de la Asociación de Estados del Caribe, en Montería, de la que él era el anfitrión. Allí estuvieron, entre otros, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino.

Además, por varios días, Petro, quien es muy activo en la red social X, se mantuvo en silencio, lo que desató una serie de rumores sobre su salud y su paradero.

Un especialista en psicología clínica que conversó con este diario bajo la reserva de su identidad comentó que estas ausencias del presidente Petro no son episodios nuevos. También sucedieron mientras fue alcalde de Bogotá, sin las implicaciones nacionales de la actualidad, y confirmarían lo que ha venido manifestando el excanciller Álvaro Leyva: el presidente tendría ya problemas de adicción tanto al alcohol —una sustancia depresora del sistema nervioso— como a sustancias estimulantes.

Antes de la carta de Leyva, la excandidata presidencial Ingrid Betancourt había advertido que Gustavo Petro tiene cuadros depresivos e insinuó que podría consumir sustancias psicoactivas, aunque dejó claro que no tenía certeza de esto último. “Pasó en Bélgica, cuando yo lo encuentro, como lo he narrado, tirado en el piso, inconsciente, sin posibilidades de hablar con nosotros”, dijo Betancourt en una entrevista radial.

En un polémico audio entre la canciller Laura Sarabia y Armando Benedetti, hoy ministro del Interior, este último también da a entender que el presidente tiene un problema de adicción a las drogas. Aunque es un asunto que hace parte de la intimidad de las personas, el problema de fondo es que esa presunta adicción esté afectando la manera de gobernar a Colombia.

– En definitiva, las conductas que estamos viendo hoy de Gustavo Petro como presidente no son espontáneas ni recientes, sino que corresponden a una trayectoria que viene en deterioro desde su período como alcalde de Bogotá. Eso tienen los problemas de salud mental: no es algo que espontáneamente surja, sino que se cronifica, es decir, que se va deteriorando si no se le presta atención a tiempo — explica el especialista en psicología clínica.

Síndrome de Hubris

El doctor Belisario Valbuena es psicólogo forense y apasionado por la neurociencia. Explica que, para hacer un perfil psicológico de Gustavo Petro, tendría que hacerse un estudio clínico del presidente como paciente, que hasta el momento no se ha realizado. Sin embargo, desde otras disciplinas sí es posible hacer un análisis fundamentado en el comportamiento público del mandatario.

Es un estudio que el doctor Belisario viene realizando. A partir de las funciones ejecutivas —es decir, aquellas que utilizamos diariamente como la memoria inmediata, el control de impulsos, la velocidad de procesamiento, la capacidad de tomar decisiones— ha intentado descifrar qué pasa por la mente del presidente, y los resultados son preocupantes.

— La atención de Gustavo Petro es fluctuante. Se evidencia en la forma como él habla y se dirige a los demás. Cambia de temas con facilidad, temas que no siempre están conectados unos con otros. Es decir, en sus discursos muchas veces no está enfocado. Hay también fluctuaciones en la autorregulación verbal y comportamental. A veces resulta usando términos altisonantes, como llamarle HP al presidente del Senado, por ejemplo. No son expresiones propias de alguien que tenga control conductual. Su discurso es repetitivo, paranoide, desconfiado, victimológico; se ubica como víctima siempre. Registra una perseveración por querer convencer de presuntos atentados en su contra o, a nivel ideológico, habla de presuntos golpes de Estado, golpes blandos, en fin. Mostrarse como una víctima es recurrente en su discurso —comenta el doctor Belisario.

A nivel de personalidad, el especialista ha detectado rasgos de un narcisismo marcado en el presidente, es decir, una excesiva preocupación por sí mismo, una visión grandiosa de las propias capacidades, una necesidad constante de admiración, el convencimiento de ser el salvador.

Aunque el narcisismo de Petro tendría características particulares que lo enmarcarían en un síndrome que los científicos han llamado Hubris, que proviene de la palabra griega que traduce “desmesura” o “arrogancia”.

Se empieza a gestar en adultos de los 40 años en adelante, sobre todo en personas que han estado en periodos prolongados de poder y de liderazgo. El síndrome de Hubris se ha observado en el expresidente de Estados Unidos George Bush Junior, o en el exprimer ministro del Reino Unido, Tony Blair.

En específico, el Síndrome de Hubris, también llamado Síndrome de la Arrogancia —explica el doctor Belisario Valbuena—, es una condición que describe un ego desmedido y falta de humildad. Se caracteriza por una excesiva confianza en sí mismo, que puede llevar a la desconsideración de las opiniones de los demás y también a una desconexión con la realidad, lo que tal vez explique mucho de los discursos y las promesas de Petro como el tren entre Buenaventura y Barranquilla o acabar con el ELN en tres meses.

En resumen, es un subtipo del trastorno narcisista de la personalidad que puede tener consecuencias graves no solo para la persona que lo padece, sino también para el país.

En los gobernantes, el síndrome de Hubris puede llevar a la toma de decisiones impulsivas e imprudentes —como la crisis con Estados Unidos que Petro desató tras un tuit en la madrugada—, falta de flexibilidad e incapacidad de escuchar a los demás, algo que tampoco es nuevo en el presidente y que también le ha costado la renuncia de varios de sus ministros.

Mientras fue alcalde de Bogotá, uno de sus funcionarios de confianza, Daniel Garcia Peña —hoy de nuevo en el gobierno— le escribió a Petro una carta de renuncia a su cargo en la que le dijo: “Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota”. El texto es, en el fondo, un reclamo por la falta de empatía de Petro, lo que tampoco es nuevo en el presidente.

En su gobierno, para citar un caso, sacrificó a los seguidores más fieles de su proyecto político, como la exministra de Medio Ambiente, Susana Muhamad, para mantener a Armando Benedetti en el gobierno. Algo similar ocurrió con un amigo cercano suyo, Gustavo Bolívar.

— La característica del narciso es que no es empático. No entiende ni el dolor ni el sufrimiento del otro. El narciso no entiende nada diferente a su propio mundo. Petro tiene falta de empatía por sus cercanos. El narciso, además, quiere que lo vean. El consejo de ministros que transmite por televisión es la evidencia. Petro quiere exponerse y mostrar que él no comete errores, que los que los cometen son los otros, sus ministros —explica el doctor Valbuena.

¿Quién quiere a Petro?

La psicóloga Gloria H. considera que, en el caso del presidente, en su salud mental se combinan diferentes factores. Uno de ellos es que ha enfrentado una oposición férrea, “demoledora”. Y eso conlleva una carga emocional difícil de sobrellevar. Para Gloria H., muchas de las actuaciones de Petro son reacciones para defenderse de la oposición.

– El presidente ha cometido muchísimos errores, sin lugar a dudas, pero además, el que tenga el sello de izquierda hace que se le juzgue muy duro, y eso no es fácil para nadie. Petro, además, es un hombre disruptivo, que quiso hacer las cosas de otra manera. Prometió un cambio que no lo pudo hacer. Hoy está frustrado, golpeado, herido. Y tiene, de pronto, actitudes extremas. Es un hombre iluso. Tanto, que, desde la guerrilla, quería cambiar el país. Y los países no se cambian. A Petro lo veo asustado, un hombre con mucho miedo, que no confía en nadie. De ahí sus características de paranoia. Se siente perseguido justo porque no tiene en quién confiar —dice Gloria H.

Quienes están cerca de Petro son amigos políticos con algún interés a cambio. Su familia, por otro lado, pareciera muy lejos de él. Sus hijos viven en el exterior, y hace meses que al presidente no se le ve con su esposa, Verónica Alcocer. A la distancia se le ve muy solo, sin un soporte afectivo, sin en quién apoyarse. Y eso puede ser peligroso. Un psicólogo clínico que pide no ser citado con su nombre lo advierte:

– Cuando no hay un soporte afectivo, la persona está a merced de una gran cantidad de presiones impresionantes. Eso la puede llevar a consumir sustancias psicoactivas. La pregunta es si una persona puede gobernar de manera armónica a un país cuando su salud mental no es armónica. Mucho de lo que le está pasando a Colombia está relacionado con los trastornos de salud mental de nuestro gobernante.